
Docente universitario UCP y fiscal federal
Dilemas de la democracia en la periferia

Martin Wolf, columnista económico para el Financial Times, editó un nuevo libro hace unas semanas (The Crisis of Capitalism Democratic. Penguin Press. 2023) de vital relevancia en el contexto actual.
La tesis central es que no es posible sostener una democracia de sufragio universal con economía de mercado si aquella no permanece abierta y ésta última no sirve a los intereses de la población en general. Es en base a esta premisa que Wolf describe la relación entre democracia/capitalismo y como las sociedades liberales más exitosas en la humanidad, en términos de prosperidad, libertad y bienestar de la población, al mismo tiempo son frágiles por el descontento y desconfianza creciente en ellas, como consecuencia de las crisis económicas a largo plazo sobre clases medias trabajadoras.
Estos serían los expulsados del sistema, los que alguna vez gozaron de la educación privada, trabajo formal bien remunerado, y algunos privilegios; a diferencia de excluidos, a los que se les denegó todo aquello. A esta crisis económica se le siguió un ajuste fiscal de modo estructural, lo que decantó en salidas no tradicionales como Trump y el Brexit. Una de las claves del problema es el surgimiento en los últimos años de un capitalismo rentista, en el que un grupo minúsculo de la población, aunque económicamente poderoso, ha captado rentas de la economía para moldear legislación y el sistema político a favor de estos.
El problema del capitalismo democrático se centra en que al beneficiar a unos pocos y no ayudar a gran parte de la sociedad, la crisis institucional es la consecuencia del descreimiento de la sociedad en la democracia. En este hilo, la tesis central de Wolf es que no puede mantenerse una democracia de sufragio universal con una economía de mercado si ambos no sirven a los intereses del pueblo en general, es decir, con oportunidades económicas y seguridades básicas para la mayor parte de la sociedad.
NEOPOPULISMO. ¿COMO GERMEN O COMO SOLUCIÓN?
La crisis financiera profundizó el descreimiento en las élites. Este descreimiento es el nicho ideal para discursos autoritarios que, llegado el caso, en el poder, lleven a poner en tela de juicio instituciones independientes, partidos opositores, tal como decantaron en los gobiernos de Putin en Rusia, Erdogan en Turquía, o Viktor Orbán en Hungría.
El populismo actual (de derecha, de izquierda, no importa) es neopopulismo pues no se lo hace desde el atril a las masas, sino a través de medios masivos de comunicación y las redes sociales, en muchos casos con apoyo de empresarios dueños del know how.
El descreimiento en las elites otorga chances a aquellos que canalicen mejor la visceralidad del hartazgo, es por ello que no hay que minimizar la energía detrás del populismo ni combatirla. Hay que inocular el descreimiento con el factor confianza, máxime si se desea un sistema político comprometidos con la democracia liberal, tarea nada fácil ya que gobernantes que utilizan la energía populista son antipluralistas, es decir, solo existe un pueblo real y es el que ellos defienden encarnados en su propia persona.
El primer paso en recuperar la confianza es decir la verdad y he aquí el gran problema ya que un contexto social en el que se deben tomar medidas que redunden en profundizar la crisis en el corto plazo, como para que a largo plazo logre sus frutos, más en vísperas de elecciones determinantes, es incómodo para cualquier actor político. La encerrona está en la tensión entre intentar convencer a un electorado de que se tomarán medidas drásticas como ajustar tarifas, devaluar la moneda, licuar las jubilaciones, para que en 8 años puedan verse los frutos, o bien dar esperanzas prometiendo que el año que viene se terminará con el impuesto a las ganancias, se bajará la inflación a un dígito, se construirán cárceles para los narcos, que se endurecerán las penas para delitos violentos, aumentos para jubilados, etc; en un contexto de una sociedad que ya no tiene margen de decepción pues no cree en nadie y que, según las estimaciones, considera que el año entrante su situación económica y social estará peor que en el presente.
RETROCESOS DE LA DEMOCRACIA
Aproximadamente desde el año 2006 se advierte una paralización de la libertad y democracia en términos electorales, oscilando entre 114 y 119 países (60% del mundo), que luego fue en declive, lo que Larry Diamond de la Universidad de Stanford denominó recesión democrática.
Recesión democrática entendida no solo por esta paralización y disminución de formas de elegir representantes, sino por desestabilización del sistema, seguido de discursos de neto corte autoritario, incluso en países grandes y estratégicamente relevantes como en EEUU en la gestión Trump o en Brasil con Jair Bolsonaro, desembocando en la falta de voluntad y confianza en la garantía de bienestar general que deben ofrecer las instituciones. Desde el 2000, ya sea por golpes militares, degradación del poder ejecutivo, fraudes electorales o anulación a sectores opositores se vieron sucumbidas democracias de Fiji, Rusia, Guinea Bissau, Nepal, Venezuela, Tailandia, Islas Salomón, Bangladesh, Filipinas, Kenia, Georgia, Honduras, Madagascar, Nigeria, Burundi, Sri Lanka, Guinea nuevamente, Maldivas, Mali, Nicaragua, Ucrania (antes de Zelenski), Bangladesh nuevamente y la lista sigue.
La pregunta clave. ¿Por qué libertad y democracia han retrocedido en los últimos veinte años en muchos países? Simple, por los malos gobiernos. El sistema de sufragio universal como herramienta valiosa de democracias liberales, cuya edad está cerca del siglo, está en cuestión por las deudas de los representantes (valgan los tres poderes del estado en sistemas de división de poderes) para con la sociedad. Lo que antes parecía ser un problema africano hoy se extiende a la Europa poscomunista, Asia y América latina con ingresos bajos, medios y medios altos per cápita con líderes que erosionan controles y equilibrios democráticos, desactivando instituciones de control de rendición de cuentas, acumulando poder y riquezas para propios, con empresarios cartelizados, incluso a nivel transnacional (vgr. Odebrecht, y varios empresarios actuales).
Sintomático de la crisis de la democracia y el descreimiento en sus instituciones se identifica, en principio, en dos actitudes del electorado. El voto anti y la abstención del voto. Voto anti pues lo que se decide al optar por un representante en el cuarto oscuro no es la propuesta sino obstaculizar la posibilidad de un determinado candidato eligiendo a uno con el que incluso puede tenerse neutra empatía. Voto uno para que no llegue el otro. La abstención es directamente la consecuencia de considerar el acto eleccionario como una pérdida de tiempo, una inconsciente percepción de que el electorado no quiere acercarse a la idea de ser cómplice del fracaso de las élites políticas.
LA CRISIS DEL MARKETING POLÍTICO TRADICIONAL. EL SURGIMIENTO DEL COACHING ENOJO
La crisis democrática también es distorsión comunicativa. El descreimiento del electorado en lo que se le ofrece permite socavar el fondo y realzar las formas. Opto por el candidato enojado porque representa mi disconformidad, aun en los disparates que puede llegar a manifestar. No es el fondo, es la forma; es el modo en el que tiendo vasos comunicantes impugnando la historia que me trajo hasta aquí sin merecerlo, pues vengo optando por figuras que me saquen de esta penuria y me siguen decepcionando. Es un castigo contra la historia, pero haciendo aún más difuso el futuro.
Difícilmente pueda prosperar un programa político que diga abiertamente que las medidas que se tomen perjudicarán a un grupo de personas.
Históricamente la publicidad política oculta objetivos conflictivos de los movimientos políticos haciéndose pasar a aquellos como ideales de gran aceptación. Utiliza el lenguaje de los grandes ideales para unir a la gente en torno a fines, que de otro modo serían dudosos, es decir, disimular objetivos problemáticos y presentarlos con buenas intenciones. "Tenemos que asumir que el problema real son los negros. La clave está en idear un sistema que tenga esto en cuenta sin que lo parezca", decía Nixon en 1969. Ley y orden como lema de lucha contra la delincuencia escondía en realidad un programa político racista. La precaución debe guardarse en los discursos resultantes del coaching enojo, pues además de encubrir mensajes ocultos de verdaderas intenciones, el debate público se ve debilitado cuando se ataca el contenido, los conocimientos especializados o se menosprecia la crítica. Como bien expresa Jason Stanley ("How Fascism Works: The Politics of Us and Them", Penguin Random House, 2018) el resultado es "el poder y la identidad tribal." En consecuencia, el discurso político que apela al cansancio no debe convencer al intelecto, sino influir en la voluntad. "Nos eligieron por nuestra campaña de ataque a la corrupción, por querer encerrar a Hillary Clinton, construir un muro contra inmigrantes, por pura bronca. La bronca y el miedo hacen que salga a votar", decía el ex asesor de Donald Trump, Steve Bannon en febrero de 2018.
¿QUÉ OCURRE EN PARTE DE LA PERIFERIA?
Nuestro país se enfrenta este año a elecciones presidenciales, para gobernador y legislativas. La foto de la situación en las primeras marcaría un electorado dividido en tres, teniendo como antecedente que en las últimas elecciones de medio término se registró la mayor abstención del voto en la historia de la República Argentina, desde que se ha instalado el mecanismo de sufragio universal. A ello se suma como factor a destacar, el ascenso de sectores políticos cuyos discursos poseen estas características de intensidad en lo formal, aunque vacío de propuestas. Este aspecto es aun más gráfico si se tiene en cuenta que gran parte de un electorado joven que acudirá a votar por primera o segunda vez adhiere a estos candidatos. El descreimiento no solo es actual sino que la impugnación a la historia también es virar a un candidato que no pertenece a partidos o coaliciones tradicionales, con una estrategia de marketing quirúrgicamente diseñada en redes sociales para captar a esta masa joven, con tono rebelde, cargada de ira, y en la medida de que no existan noticias desde la actual gestión que demuestre luz al final del camino. Esta adhesión seguirá en ascenso, más si siguen siendo evidentes las interferencias internas de las coaliciones a espaldas del electorado.
Aun así, y dado el tablero de gestión de este país de cara al futuro, sea quien sea el que ascienda al poder no podrá pensar en una gobierno sin acuerdos políticos, es decir, tender puentes con el statu quo o casta, palabras de moda. Y en esos acuerdos el electorado estará pendiente, no solo de las contradicciones internas de cada una de las coaliciones en lo que sea materia de acuerdo con el gobierno, sino en la posible "hipoteca" de sobre qué garantías de los ciudadanos en una democracia republicana se pondrán en tela de juicio bajo algún lema reductor final. Sobre cuales actos de gobierno en base a lemas generales no culminen por encubrir verdaderas intenciones en contra de los ciudadanos.
La necesidad de ser salvados nos puede llevar a la destrucción. Existe esa sensación de que la historia de la humanidad requirió siempre de un salvador. Esperamos depositar la confianza en alguien que nos guíe, nos ilumine, nos otorgue esperanzas. En muchos casos la necesidad nos llevó a la ceguera en la fe sobre personas que nos llevaron a catástrofes. La modernidad nos acerca inconscientemente a buscar en la inteligencia artificial y la esperanza en sus respuestas; algo carente de sentido, de vida, de moral. En lo que no reparamos es en que la solución no es de alguien sino de un todo. Si no existe compromiso colectivo en trabajar sobre bases sólidas, las instituciones democráticas seguirán siendo momentos de catarsis o espasmos en los que se pueden colar las mayores arbitrariedades, que tornaran algunas situaciones posiblemente irreversibles. No se necesita llegar a los escombros para edificar una nueva nación.

Docente universitario UCP y fiscal federal.