
Abogado. Presidencia Roque Sáenz Peña
Reminiscencias fascistas
Los pueblos, para innovar o superar épocas de decadencia o estancamiento, necesitan descender al infierno para resucitar como el ave fénix.
Este presagio difícilmente tenga encarnadura en Argentina; si bien, la condición –llámese estado de calamidad, desastre, quiebra, catástrofe- se evidencia con toda crueldad y patetismo, no se podrá sino hasta las elecciones generales del año que viene saber si nos encaminamos a un modo diferente de convivencia o marchamos definitivamente a las tinieblas.
Tuvo la sociedad argentina un testimonio, una tentativa, de "volver a las fuentes" con el gobierno de Mauricio Macri, entendiendo esta frase como modus vivendi caracterizado por un clima político de concordia, de respeto entre partidos mayoritarios, sin agresiones, de aceptación de los postulados republicanos de división de poderes, independencia del poder judicial, relación armónica entre gobierno central y provincias, integración a la comunidad internacional.
Ninguno de esos aspectos positivos de su gobierno sirvieron para conquistar la reelección; una sociedad golpeada por la inestabilidad económica, inflación, desempleo, no tuvo contemplaciones con un gobierno que llevaba tres años en ejercicio del poder.
Urgía en forma perentoria solucionar los vetustos problemas en un suspiro (el modelo era Suecia); la demanda de la ciudadanía fue categórica, correspondía poner al país en una senda de prosperidad, pretensión que está ausente cuando gobierna el partido hegemónico (el modelo es Uganda), cuyos estrepitosos fracasos no merecen siquiera voto castigo.
Soy consciente que estas afirmaciones suenan, para muchos, como adscripción a un sector político (que no profeso), pero la realidad es inocultable: durante la presidencia Macri los únicos sobresaltos políticos, disturbios callejeros, alteración de la paz social, de la libertad de circular, atentados contra la investidura presidencial, fueron protagonizados por la oposición peronista y sus aliados.
Es tan cierto que el peronismo es el padre de la agitación social, que en estos momentos quienes cuestionan la autoridad presidencial, mediante marchas, expresiones de repudio, agitación callejera, SON LAS PROPIAS HUESTES DEL OFICIALISMO. Nuestra democracia exhibe la extravagancia de tener en el poder un partido que es oficialismo y oposición.
Es imposible imaginar qué despropósito tiene que cometer el peronismo para perder el beneficio del éxito electoral.
Sería tedioso enumerar los lapsus políticos en que incurrió en escasos dos años y medio de mandato, ya señalados por el periodismo hasta el hartazgo. Aunque fuere increíble, hay sondeos de opinión que adjudican al oficialismo una intención de voto similar a Juntos por el Cambio en distritos importantes, como la provincia de Buenos Aires.
En el ambiente flota cierta angustia colectiva por la dinámica inflacionaria (estamos en el top five internacional en ese rubro); por la inestabilidad política (el poder real lo detenta la vicepresidente, pero formalmente es el presidente quien tiene la investidura); por disputas internas entre múltiples facciones de ese colectivo dado en llamar Frente de Todos; por síntomas de disgregación social abrumadores, incremento del delito, violencia urbana, justicia por mano propia (fenómeno común en otros países de América Latina, pero impensable en Argentina), temor por eventuales saqueos, etc.
NO ES SUFICIENTE, la mentalidad del pueblo argentino hace casi imposible conmover el "integrismo peronista". Pareciera que no sabemos construir una sociedad, una convivencia distinta, más virtuosa.
Esta impotencia ante la perpetuación del "régimen" que legó Juan Domingo Perón al país, se explica por décadas de afianzamiento, sobre la base de complicidades, temores, intereses, mezquindades, falta de patriotismo, más que nada, sentido de pertenencia a un proyecto de nación.
En forma palmaria quedó demostrado que la inercia del sistema no puede ser detenida por el sufragio. Macri diseñó políticas razonables (en Argentina la racionalidad es una excepción) que no pudo implementar por la debilidad política que supone no haber contado con mayoría en ninguna de las cámaras del congreso nacional.
El cambio se convierte en una quimera porque hemos perdido los ciudadanos la posibilidad de influir en la conducción política por medio del sufragio individual.
En perspectiva, la sociedad argentina puede ser contemplada como un conjunto de corporaciones que funcionan armónicamente, en forma aceitada, vertebradas por y al servicio del partido justicialista (sin perjuicio de las manifestaciones beligerantes entre piqueteros y gobierno que suceden en estos días, por manejo del dinero de planes sociales).
Ha triunfado el corporativismo, Argentina es la recreación acabada del modelo que ideó Benito Mussolini para la Italia de entre guerras.
El fascismo (también denominado corporativismo), como modelo de estado, se caracterizó por suprimir los partidos políticos; como todo totalitarismo, sólo dejó en pie el propio.
También eliminó el sufragio individual como expresión de la soberanía popular. En su reemplazo, se pergeñó una organización fundada en el funcionamiento de sociedades intermedias (corporaciones), sindicatos, asociaciones industriales, justicia, cultura, milicias, toda ellas tributarias de la conducción del Duce (Mussolini), quien sintetizaba en su persona el espíritu del estado nacional italiano.
La movilización de masas distinguió al fascismo italiano y al peronismo, aunque el primero fue un movimiento de clase media y el segundo proletario.
Esta diversa extracción social de fascismo y peronismo no elimina los idénticos rasgos sustanciales, como explica Norberto Bobbio:
"El prototipo del segundo fascismo es el fascismo italiano. El peronismo puede incluirse tranquilamente en esta categoría. La repugnancia que encuentran algunos a considerar fascista un movimiento que tuvo y sigue teniendo una amplia base obrera carece de fundamentos. Se puede decir si acaso que por algunas circunstancias históricas propias de Argentina y sobre todo por demérito de las organizaciones sindicales tradicionales, Perón logró polarizar una fidelidad obrera mejor que el sindicalismo fascista italiano". (Extraído de "Diccionario de Política", por Norberto Bobbio, N. Matteucci y G. Pasquino Ed. Siglo XXI, México, 1993).
La similitud con Argentina es ostensible. Perón fue para los argentinos el intérprete del alma nacional, palabras más, palabras menos, decía Eva Duarte.
Otras derivaciones del pensamiento de Mussolini están fielmente representadas en la versión criolla, verbigracia, el predomino de la acción sobre el pensamiento o doctrina, el estatismo, el culto a la personalidad, el pragmatismo a ultranza, la calificación del fascismo como "movimiento" y, aunque no fue reconocido explícitamente por Perón o sus herederos, la aceptación de ser un sistema de gobierno totalitario.
"El fascismo no salió de una teoría elaborada precedentemente, sobre el papel: nació de una necesidad de acción y fue acción; durante los dos años primeros, no fue partido, sino antipartido y movimiento". ("La doctrina del Fascismo", Benito Mussolini).
Aunque una fuerza política opositora arribe al poder en 2023, la estructura luchará por mantener el statu quo; no bastará la bendición electoral, cada corporación beneficiaria del "régimen" atentará contra el gobierno de turno, lo que anticipa turbulencias para los próximos años.
La resistencia de la estructura peronista, su resiliencia, es perfecta.
Pruebas al canto: no se puede adoptar una decisión política que contradiga los intereses del sindicalismo, pues tal es su poder, que su líder, Hugo Moyano, a expensas de huelgas puede vetarla (corporación sindical); tampoco impedir que industrias tecnológicamente atrasadas nos cobren precios exorbitantes; si se pretendiera reducir la protección arancelaria, las asociaciones industriales estarían en pie de guerra (corporación industrial); no es imaginable limitar los fondos de las organizaciones de la economía popular porque incendian la Capital Federal con cortes y disturbios (corporación de piqueteros que nos legó el peronismo); pocos resultados tiene el pueblo en su clamor por mitigar la corrupción de los funcionarios públicos (corporación política); la liviandad e ineficacia del poder judicial para combatir los delitos perpetrados en ejercicio de cargos públicos es patética (corporación judicial); hasta los operadores culturales, gente de cine, teatro, televisión, se han pronunciado abiertamente en favor del régimen con videos y manifestaciones de repudio durante el mandato de Macri (corporación de la cultura)
Así, afrontamos los argentinos el momento histórico que nos toca, sin poder derribar un sistema de organización estatal de mediados del siglo veinte que, por totalitario y antidemocrático, sólo es objeto de curiosidad histórica.

Abogado. Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco.